jueves, 17 de marzo de 2016

EL MITO DE SELENE Y ENDIMIÓN


   Una noche de verano, después de toda la jornada cuidando su rebaño, Endimión se refugió en una gruta del monte Latmo a descansar. Selene, diosa de la luna, se paseaba en su carruaje de plata por el cielo, cuando vio al hermoso pastor que dormía plácidamente y se quedó prendada de su belleza. No pudo reprimir su deseo de besarlo y al hacerlo, lo despertó. El joven también quedó fascinado por la belleza de la diosa, pero esta huyó tan rápidamente que Endimión creyó que todo había sido un sueño. Sin embargo, la noche siguiente sucedió la misma escena. La huída de Selene tenía su explicación: había prometido mantener su castidad. La solución que encontró la diosa fue rogarle a su padre Zeus que sumiera a Endimión en un profundo sueño del que solo despertaría cada noche en su cueva sagrada y así poder disfrutar de su amor.
   Otras versiones cuentan que fue Endimión el que pidió el don de la eterna juventud y poder dormir un sueño perpetuo del que despertaría para recibir a su amada Selene todas las noches..
   Como sea, de esta unión nacieron un gran número de hijas y según otras interpretaciones, también Naxo, el héroe de la isla de Naxos.
 
"DIANA Y ENDIMIÓN" (1630). NICOLÁS POUSSIN. Barroco francés.122x1,69 cm. Óleo sobre lienzo. Detroit Institute of Arts

   Nicolás Poussin (1594-1665), pintor francés, siempre estuvo interesado por la temática clásica y mitológica. Un ejemplo es su obra “Diana y Endimión”, datada en 1630, aunque esta fecha puede no ser exacta, ya que la obra fue retocada, probablemente por su mismo autor, después de su primera ejecución.
   Evoca los amores de Diana (con la que los romanos acabaron identificando a la Selene de la mitología griega) con el pastor Endimión. Poussin refleja el momento en el que el carro de Apolo, símbolo del sol, surca el cielo trazando una diagonal en la composición. Endimión, arrodillado, suplica por su inmortalidad. Diana- Selene es reconocible por la diadema de la media luna; en la mano sostiene la flecha de Cupido, que se sitúa tras ella. A la derecha, La Noche, con el Sueño y la Muerte, corre el velo de la oscuridad como si de un telón teatral se tratase.
   Los colores son luminosos y cálidos, contribuyendo a crear una atmósfera suave y nostálgica. Se respira el ambiente clasicista que cultivaba Poussin, siempre sereno y equilibrado al que, como francés, no le falta elegancia y contención.
 

 

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