Boabdil (1460-1527) es uno de esos personajes que se mueven entre la antipatía por su supuesta cobardía al haber perdido un reino frente a los Reyes Católicos, poniendo fin a la Reconquista y la piedad que despiertan sus legendarias lágrimas al contemplar por última vez la ciudad de Granada mientras oía las duras palabras de su madre: “Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre”.
Ni héroe ni villano. Boabdil fue el producto de una época muy azarosa y llena de tensiones en el reino nazarí. Se rebeló contra su padre Muley Hacén, dicen que instigado por su madre Aixa, una mujer de fuerte carácter y presa de los celos al verse relegada por otra mujer en el favor del sultán. Las luchas de poder les vinieron de perlas a los Reyes Católicos; el “divide y vencerás” casi siempre es efectivo. Consiguen hacer prisionero a Boabdil y solo lo liberan a cambio de un tratado de paz. Pero ya su tío Al-Zagal se había hecho con el poder y fue él mismo el que ayudó a Isabel y Fernando a cercar a El Chico, que finalmente acabó por entregar la ciudad a los cristianos el 2 de Enero de 1492. En compensación recibió el señorío de la Alpujarra; aunque acabaría abandonándolo para trasladarse a Marruecos donde murió.
En el imaginario popular quedaron sus lágrimas y las palabras de Aixa, que en realidad nunca fueron pronunciadas. Las escribió por primera vez el padre Echevarría, en el siglo XVIII, en su obra “Los paseos por Granada”. Pero aunque la leyenda no fuera cierta, ¿quién sería capaz de no llorar al dejar para siempre Granada?.
Ni héroe ni villano. Boabdil fue el producto de una época muy azarosa y llena de tensiones en el reino nazarí. Se rebeló contra su padre Muley Hacén, dicen que instigado por su madre Aixa, una mujer de fuerte carácter y presa de los celos al verse relegada por otra mujer en el favor del sultán. Las luchas de poder les vinieron de perlas a los Reyes Católicos; el “divide y vencerás” casi siempre es efectivo. Consiguen hacer prisionero a Boabdil y solo lo liberan a cambio de un tratado de paz. Pero ya su tío Al-Zagal se había hecho con el poder y fue él mismo el que ayudó a Isabel y Fernando a cercar a El Chico, que finalmente acabó por entregar la ciudad a los cristianos el 2 de Enero de 1492. En compensación recibió el señorío de la Alpujarra; aunque acabaría abandonándolo para trasladarse a Marruecos donde murió.
En el imaginario popular quedaron sus lágrimas y las palabras de Aixa, que en realidad nunca fueron pronunciadas. Las escribió por primera vez el padre Echevarría, en el siglo XVIII, en su obra “Los paseos por Granada”. Pero aunque la leyenda no fuera cierta, ¿quién sería capaz de no llorar al dejar para siempre Granada?.
ALFRED DEHODENCQ (París 1822-1882), nos presenta en su obra “EL ÚLTIMO ADIÓS DEL REY BOABDIL A GRANADA (1869) , todo el dolor del personaje al volver la vista hacia el reino a donde no ha de volver. El gesto lastimero no impide que se refleje la dignidad y sobriedad propia de las figuras de Velázquez, pintor al que Dehodencq admiraba enormemente. El artista capta ese último instante con el violento movimiento hacia atrás del cuerpo del derrocado sultán, mientras el caballo intenta seguir su camino. Lo representa a la manera tradicional con tez morena y pelo negro, aunque según algunos estudiosos, su aspecto original era de piel clara y pelo más bien rubio.
Dehodencq vivió varios años en España y Marruecos. Estos años pasados fuera de Francia le pasaron factura a su vuelta al país galo, ya que se vio incapaz de asumir los avances del realismo y el impresionismo y quedó condenado a trabajar casi como un pintor marginal.
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