lunes, 14 de marzo de 2016

EL MITO DE ORFEO Y EURÍDICE


   Orfeo, poseedor del don de la música y la poesía, era hijo de Apolo y de la musa Calíope. Convirtió en su esposa a una ninfa de los valles de Tracia, Eurídice, de la que estaba perdidamente enamorado; sin embargo, la felicidad de la pareja no duró mucho, ya que un día, intentando huir de Aristeo (también hijo de Apolo), la muchacha pisó una serpiente venenosa y murió. Otras versiones cuentan que este incidente sucedió simplemente cuando paseaba con su amado. Sea como sea, la pena y la desesperación invadieron de tal manera al esposo que comenzó a entonar unas canciones tristes y llenas de dolor junto al rio Estrimión, hasta que, apiadados, todos los dioses y ninfas le animaron a descender al Inframundo para intentar rescatar a Eurídice de la muerte. Su prodigioso don musical le permitió sortear infinidad de peligros en el camino porque conseguía calmar y conmover a cuantos demonios y tormentos encontraba a su paso.
   Una vez llegado ante Hades y Perséfone, reyes del Inframundo, gracias a su música consiguió convencerlos de dar a Eurídice una segunda oportunidad para que pudiera retornar a la vida. Solo pusieron una aparentemente sencilla condición: Orfeo no podría volverse a mirar a su esposa hasta que alcanzaran completamente el mundo de los vivos y los rayos del sol cubrieran totalmente el cuerpo de la muchacha. Pero…Ay! No contaban con las ansias de un hombre enamorado…El camino de regreso fue largo y tortuoso. Orfeo siempre miraba al frente, conteniendo las ganas de girarse y mirar el rostro que tanto quería.
   Ya en la superficie, confiado y creyendo que la condición de Hades ya había sido cumplida, volvió ansioso la cabeza sin caer en la cuenta de que un pie de Eurídice aún permanecía en la sombra. En ese momento, la muchacha se desvaneció en el aire ante los ojos de su enamorado. (El paralelismo con la parábola del Génesis sobre la desobediencia de la mujer de Lot es evidente. Esta se convirtió en estatua de sal al volverse a mirar la destrucción de Sodoma y Gomorra ordenada por Dios).
   Roto por el dolor, Orfeo se retiró para siempre a un monte sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a oír sus lamentos musicales. Según Ovidio, en esos montes fue visto por las Bacantes tracias, que al ser rechazadas por él, lo despedazaron y se repartieron sus miembros. Otras versiones hay, pero me quedo con esta, ya que el alma del atormentado joven acabaría encontrándose por fin en el Inframundo con su amada y, desde ese momento, ya serían inseparables.

ORFEO Y EURÍDICE SALIENDO DEL INFIERNO (1893) AUGUSTE RODIN (1840-1917). Mármol. 127cm. Museo Metropolitano de Nueva York

    El genial escultor francés nos presenta a Orfeo cargando con una desfallecida Eurídice. Los amantes surgen de un gran bloque de piedra, provocando unos interesantes claroscuros. Ambos están desnudos. Mientras Eurídice aparece en una posición lánguida, tocando con la mano derecha a Orfeo y sus piernas permanecen incrustadas en la roca, el hombre se tapa la cara con la mano izquierda en un gesto atormentado y sus extremidades inferiores reflejan esa tensión con una posición de contraposto.
   Rodin puede ser considerado el artífice de la edad moderna de la escultura. Su máximo interés estaba en resaltar el sentimiento, por eso su atención no se centraba en conseguir proporciones anatómicamente lógicas y perfectas, si no en conmover. Este es un maravilloso ejemplo.

 

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