jueves, 31 de marzo de 2016

EL MITO DE NARCISO

 
   La madre del joven Narciso, preocupada por el futuro de su hijo, consultó a un adivino si su retoño viviría hasta la vejez. La respuesta del agorero fue: “Hasta tanto no se conozca a sí mismo”. Malinterpretadas estas palabras, la ansiosa madre evitó que su hijo jamás se pudiera ver en un espejo. Así, el niño creció dependiendo de la percepción que los demás tenían de él y que, por cierto, era muy buena ya que era extraordinariamente hermoso. Tantos halagos lo convirtieron en un ser altanero y pagado de sí mismo.
   Eco, era una ninfa que había sido castigada por la diosa Hera por su incontenible charlatanería. La condena de la esposa de Zeus consistía en no poder más que repetir la última palabra pronunciada, ni una más ni una menos.
La ninfa estaba perdidamente enamorada de Narciso y le seguía a todas partes, pero el soberbio joven ni siquiera reparaba en ella ya que siempre estaba pendiente de su propia persona. Un día, en el bosque, a Eco se le ocurrió mover unas ramas para llamar su atención. Cuando el muchacho preguntaba ¿quién anda por ahí?, solo obtenía como respuesta la última palabra dicha, que era lo único que la desgraciada joven podía articular. Esto lo iba irritando de tal manera que cuando Eco, desesperada de amor, se echó a sus brazos, la rechazó abruptamente alegando que no era digna de unirse a alguien tan maravilloso como él.
   Llorando, Eco le pidió a los dioses que Narciso conociese en sus propias carnes lo que significaba amar sin ser correspondido; y estos concedieron su deseo de la siguiente manera: Cuando el muchacho se acercó a una laguna a beber, quedó impresionado por la bellísima imagen que se reflejaba en el agua. Extasiado, intentó besarla, pero cada vez que acercaba sus labios a ella, se rompía para volver a recomponerse cuando se alejaba. Allí permaneció días y días mirando su propio reflejo, hasta que su cuerpo se fue agotando y finalmente pereció. Los dioses transformaron el bello cadáver en la flor que todos conocemos por el nombre de Narciso.
   Eco, destrozada, se fue consumiendo también hasta que no quedó de ella más que la última palabra pronunciada por quién pasaba por allí.
 
NARCISO Y ECO (1903) JHON WILLIAM WATERHOUSE. Romanticismo.
Waterhouse no pintó el mito de manera dramática, como pudiera corresponder a tan triste historia. Eco aparece relajada o mejor dicho, resignada contemplando a Narciso. El artista emplea unos colores suaves que acentúan la belleza de los personajes imbuidos en un paisaje que se puede reconocer como típicamente inglés. Las flores con el nombre del mito se encuentran a los pies de la ninfa, mientras que el joven lleva en su cabeza una guirnalda (iconografía muy usada en el Renacimiento).


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