lunes, 14 de marzo de 2016

EL MITO DE DIONISIO

EL MITO DE DIONISIOCARAVAGGIO. Finales siglo XVI. Barroco italiano
 
   Dionisio era hijo de Zeus y la mortal Sémele, quien había muerto por el rayo al pedir a su amante divino que se le mostrara en todo su esplendor. Zeus ordenó entonces que introdujeran en su propio muslo al hijo que Sémele llevaba en las entrañas, para que se completara allí su gestación. Dionisio habría nacido, por tanto, dos veces. Pero la proverbial inquina que Hera, esposa de Zeus, tenía a los “bastardos” de su marido cayó sobre el inocente Dionisio, condenándolo a vagar por el mundo haciendo estragos por donde pasaba, acompañado de una corte de sátiros y ménades.
   Era un dios muy querido por el pueblo, el que llegaba trastocando todas las normas impuestas y haciendo partícipes a los humanos de una parte de lo divino, ya que era capaz de transportarlos fuera de la realidad.
   En el mundo romano, Dionisio pasó a denominarse Bacchus (Baco).
 
   El gran maestro barroco Michelangelo Merisi da Caravaggio recreó esta figura mitológica en dos cuadros, dándole en cada uno de ellos matices diferentes, aunque la esencia de Dionisio permanece inalterable:

1- En 1594, pintó al dios basándose en su propia fisonomía. Aprovechó su propio aspecto enfermizo, cuando padecía malaria o paludismo, para mediante un autorretrato dotar a Dionisio de un aspecto físico amarillento, ojerosos, de labios pálidos y piel intensamente icterícica (del mismo color que los melocotones que están dispuestos sobre la mesa). Esta es una de las versiones, ya que también se dice que la obra fue realizada durante una estancia hospitalaria debido a la coz recibida por un caballo.
Lo que resulta muy posible es que utilizara un espejo para retratarse, ya que este hecho explicaría la retorcida postura.
A pesar de no resultar precisamente “divino”, el dios del vino vuelve su rostro al espectador con una sonrisa burlona e incluso desafiante.
 
 
2- En 1596, Caravaggio volverá a pintar a un Baco totalmente sano, con el aspecto de un adolescente italiano de finales del siglo XVII. Lo presenta afeminado, mirando retador al espectador mientras su túnica cae despreocupadamente desde su hombro a la vez que ofrece una copa de vino, con la intención de que quien lo contemple se una a él. El joven, en estado de embriaguez, sostiene la copa a duras penas (las ondas en la superficie del vino muestran el escaso equilibrio con que la agarra).
Como en otras pinturas, Caravaggio pinta suciedad bajo las uñas. Teorías sobre esto hay de todo tipo, pero puede tratarse simplemente de realismo.
La cesta de frutas bien puede tratarse de una “vanitas”, que tiene por objeto recordar la fugacidad de la vida. De hecho, alguna de las piezas ya acusa el paso del tiempo.
 

Después de que esta obra fuese restaurada, se descubrió que Merisi había pintado un pequeño reflejo de sí mismo en la jarra de vino, pero esto queda para ojos más expertos que los míos, ya que no soy capaz de atisbar tal imagen.
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario