Juan Martín “El Empecinado” (Castrillo de Duero,Valladolid. 1775-Roa de Duero, Burgos.1825) fue, durante los años de La Guerra de Independencia contra los franceses, el hombre más famoso y admirado de España, la bestia negra del invasor ejército francés que sudaba sangre para luchar contra las arremetidas de las guerrillas comandadas por este campesino vallisoletano. Liberal convencido, fue uno de los que sugirió al nefasto Fernando VII que asumiese la Constitución de 1812; pero el Borbón estaba encantado con su absolutismo y obviamente rechazó la petición. El Empecinado fue exiliado y siguió enfrentándose al poder hasta que fue apresado y trasladado a Roa (Burgos) de una manera humillante. Allí se le dio muerte, ante unos españoles que dejaron ver el carácter cainita del que siempre hemos adolecido en este país.
El verbo empecinar procede de pecina. En Valladolid, el río Botija ha formado charcas de lodo negro y pegajoso que reciben el nombre de pecinas. De ahí, que a los habitantes de Castrillo de Duero, localidad natal de Juan, se les llamase empecinados. Aunque, según Corominas, la semántica de “obstinarse” es más antigua que “El Empecinado” y su significado sería “quedarse pegado a algo como la pez”. Sea como fuere, de la connotación de “suciedad” pasó, gracias a Juan Martín, a tener el significado que todos conocemos actualmente: terco, tenaz.
El verbo empecinar procede de pecina. En Valladolid, el río Botija ha formado charcas de lodo negro y pegajoso que reciben el nombre de pecinas. De ahí, que a los habitantes de Castrillo de Duero, localidad natal de Juan, se les llamase empecinados. Aunque, según Corominas, la semántica de “obstinarse” es más antigua que “El Empecinado” y su significado sería “quedarse pegado a algo como la pez”. Sea como fuere, de la connotación de “suciedad” pasó, gracias a Juan Martín, a tener el significado que todos conocemos actualmente: terco, tenaz.
Los retratos de “El Empecinado” nos muestran a un hombre de aspecto rudo, que no oculta el origen campesino que asoma a borbotones entre las ropas militares que porta.
“JUAN MARTÍN DÍAZ, EL EMPECINADO”. GOYA. Óleo sobre lienzo. Museo de Bellas Artes Occidentales de Tokio (en depósito). Obra olvidada durante mucho tiempo, hoy en día es prácticamente unánime la autoría de Goya. En un primer vistazo pude parecer que no es más que el retrato al uso de un militar (eso sí, magníficamente realizado), pero enseguida sobresale sobre la forma lo que pretendía principalmente el artista, reflejar la psicología del personaje: un rostro adusto pero con una mirada decida y muy viva, postura erguida y expresión de un hombre que no se arredra ante nada.
“JUAN MARTÍN, EL EMPECINADO”. ANÓNIMO. Óleo sobre lienzo. Museo Lázaro Galdiano (Madrid). Aparece retratado de busto, con uniforme de Brigadier. En la obra de Goya vestía de Capitán y tenía un aire más marcial, pero en ambas se retrata su fisonomía característica: imponente bigote, larguísimas patillas, piel cetrina y aspecto poco “refinado”, aunque muy digno, de hombre de campo.
EL EMPECINADO ENCADENADO, Roa de Duero. En la localidad donde murió ahorcado en 1825 se ha erigido un monumento en 1995, como homenaje al héroe, por parte de Los Amigos de la Historia de Roa. Se trata de una estatua de bronce sobre un pedestal que escenifica el encadenamiento del valeroso guerrero. A pesar de las cadenas, se mantiene fuerte y erguido. Había pedido ser fusilado, para al menos tener una muerte digna de un militar, pero se le denegó. Cuenta la leyenda que El Empecinado, en un acceso de rabia rompió las cadenas y se abalanzó sobre sus captores, que le acribillaron a tiros. Para mayor escarnio, fue llevado al patíbulo después de muerto y colgado según marcaba la sentencia.
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