Cristina de Noruega o Kristin Hákonardóttir, en noruego antiguo, era hija de Haakon IV de Noruega. Hagamos historia:
A mitad del siglo XIII, con el reinado de Haakon, Noruega había entrado en un periodo de paz y prosperidad, después de convulsos años de disputas internas. El rey había sido reconocido por el papa, con lo que el país entraba de pleno en la órbita cristiana y pretendía abrirse a los países de ese orbe; además, necesitaba aliados fuertes para mantener el control del comercio en el Báltico. En la lejana Castilla, Alfonso X aspiraba a ser titular del Sacro Imperio Romano, para lo cual precisaba reunir el mayor número posible de adeptos. Estas dos situaciones, metidas en una coctelera, dieron como resultado la unión de dos reinos tan distantes mediante un matrimonio.
Llegada de Cristina a España
Boda de Cristina y Felipe
Al final de su reinado, Alfonso X hace ver en su “Crónica de Alfonso X” que la hija del rey noruego estaba destinada a sustituir a su propia esposa Violante, con la que no tenía descendencia; pero parecen más fiables las crónicas noruegas, cercanas a los hechos, que nos cuentan que el rey castellano solicitó la mano de Cristina para uno de sus hermanos. Haakon aceptó con la sola condición de que fuese la princesa la que eligiera entre ellos a su futuro marido. El afortunado fue el infante Felipe. Se casaron en Valladolid el 31 de marzo de 1258 y se trasladaron a vivir a Sevilla. Cuatro años después, la princesa muere…y su fallecimiento se tiñe de leyenda: dicen que vagaba triste por las estancias de su palacio, marchitándose con el calor sevillano y la nostalgia de su verde y frío país de origen, hasta que su vida se fue apagando a base de melancolía. Su lugar de enterramiento fue olvidado durante siglos, aunque siempre se sospechó que estaba sepultada en Covarrubias (Burgos). A mediados del siglo XX, aparece un documento que certifica que Cristina estaba enterrada en la Colegiata de la localidad burgalesa. Se abre un humilde sepulcro gótico y aparecen los restos de una mujer de veintitantos años, de largos cabellos rubios, dientes perfectos y de 1,72 m de estatura (muy alta para la media hispana de la época). Con ella, un pergamino con versos y una receta para “el mal de oídos”. Posiblemente fuera la meningitis la que acabó con su vida; aunque no dejan de existir versiones conspiranoicas que hablan de envenenamiento. Dentro del arcosolio hay una campana de navío que no se sabe cuando fue instalada. Dicen las lenguas que las mozas casaderas que la tocan se casan antes de un año.
Varias fuentes coinciden en que, en vida, Cristina había obtenido de su esposo la promesa de erigir un templo a San Olav, del que era muy devota. Felipe pareció olvidarse de tal promesa tras la muerte de su esposa. 800 años después, en 2011, la fundación Princesa Kristina, con apoyo de la embajada noruega en España y de entidades públicas y privadas, erige la Ermita de San Olav, diseñada por los arquitectos Pablo López Aguado y Jorge Gallego. Es un edificio moderno de madera y metal. Dicen que está concebida con un espíritu románico (personalmente no le veo esta connotación por ningún lado). La construcción esta preparada para servir también como espacio cultural de la zona. Esta ubicado en el bello paraje natural de el Valle de los Lobos.
Una estatua de la bella Cristina se alza frente a la Colegiata de San Cosme y San Damián en Covarrubias. Hay quien cuenta que, a veces, se ve vagando la estilizada silueta de la noruega por las solitarias calles de Covarrubias, esperando regresar a su fría tierra.
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