sábado, 16 de abril de 2016

EL CÁLIZ DE DOÑA URRACA. En busca del Santo Grial

   La copa donde bebió Cristo en la Última Cena ha sido la reliquia más buscada por la cristiandad, junto con el Arca de la Alianza. Para los creyentes es un hecho cierto que este objeto existió; aunque para los ateos también provoca fascinación saber cual era el recipiente primigenio que se veneraba como Santo Grial. Cientos de copas hay desperdigadas por el mundo que se atribuyen el derecho de ser la original.
   En el 2014, la medievalista Margarita Torres y el historiador del arte José Miguel Ortega sacan a la luz sus investigaciones sobre un cáliz custodiado en la Basílica de San Isidoro de León. Afirman que se trata de la copa que las primeras comunidades cristianas veneraron como Santo Grial.
El inicio de la investigación se produjo por una casualidad: se envía un documentalista a Egipto para recabar información sobre una pequeña arqueta originaria de ese país (se puede contemplar en el Museo de San Isidoro). Sin pretenderlo se encontró con unos pergaminos que reflejan que en el 1055, de entre las piezas que expolió el emir de Egipto Al-Mustansir, se encuentra un recipiente de ágata que los antiguos cristianos consideraban que era el que utilizó Jesús en la última comida celebrada con sus discípulos. También se hallan unos documentos donde este gobernante pide ayuda al emir de Denia para paliar una hambruna que asolaba por entonces Egipto. El de Denia le proporciona víveres y suministros, pero a cambio quiere recibir la reliquia, que utilizará en el 1056-57 como regalo de buena voluntad al rey de León, Fernando I. El regalo era ciertamente muy importante, ya que hasta el mismísimo Saladino había pedido una esquirla del vaso para sanar a su hija enferma. Este no es un detalle desdeñable, ya que al cáliz leonés le falta un pequeñísimo trozo en una esquina. La hija de Fernando I, Urraca, cubrió la sencillez de la pieza original con un “vestido” de oro y piedras preciosas. Tanto este cuenco de ágata como el que está en la base de la pieza que se puede contemplar desde entonces, son de origen romano y están datados entre el siglo II aC y el I dC.
Un detalle más apoya la tesis de estos historiadores: en la representación pictórica de la Santa Cena que se encuentra en el maravilloso techo de la sala del Panteón de los Reyes de San Isidoro, aparece una figura con un cuenco negro, mientras que el resto llevan recipientes blancos. El personaje tiene inscrito el nombre de Marcial. Esto puede llevar a pensar que en el siglo XII, cuando fueron realizadas las pinturas, ya se tenía constancia de la existencia de este objeto especial.
   Opiniones hay en contra de los estudios de Torres y Ortega, por no cubrir todas las lagunas que tiene la historia, pero eso ya merece un comentario más exhaustivo.
 

                               Detalle donde se puede ver al personaje con el nombre de Marcial inscrito tras él
                                con un cuenco negro en una mano

                                Fresco de la Santa Cena en el Panteón de los Reyes de San Isidoro

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