lunes, 25 de abril de 2016

EL CONFINAMIENTO DE JUANA DE CASTILLA


   Sobre la triste figura de Juana (Toledo, 6 de Noviembre de 1479- Tordesillas, 12 de Abril de 1955) se han vertido un sinfín de teorías. Durante 50 años fue la reina legítima de Castilla. 46 de ellos los pasó encerrada en un palacio de Tordesillas por orden de su padre, Fernando el Católico. Nunca sabremos a ciencia cierta si la razón que se adujo para su confinamiento, inestabilidad mental muy grave, era totalmente cierta. Lo que se puede asegurar es que Juana, como todos sus hermanos, fue utilizada como peón para los intereses políticos de sus padres, que apuntalaban alianzas con otros países a través de los vínculos matrimoniales de sus vástagos. Era lo normal en la época, pero ella se encontró con 17 años en Flandes contrayendo matrimonio con el Archiduque de Austria Felipe (apodado más tarde como El Hermoso), heredero de las casas de Borgoña y Habsburgo. Una extranjera en una corte de costumbres mucho más laxas que las que había en su país de origen, un marido muy ambicioso que utilizó el amor que su esposa le profesaba de una manera que hoy en día habría sido calificada como la de un maltratador, avatares del destino que le llevaron al trono de Castilla después de la muerte de su hermano Juan, su hermana Isabel y su sobrino, un padre acostumbrado a reinar en Aragón y Castilla y poco dispuesto a dejar el poder que había ejercido en este último reino hasta el fallecimiento de su esposa la reina Isabel. Todo un cóctel letal para la personalidad de Juana, que quizás si no fuera utilizada de una forma tan cruel, hubiera superado los desequilibrios que se le achacaron. Desde luego, la Historia nos demostró después como cuando convenía se colocaban en el trono español a auténticos dementes.
Su encierro fue compartido con su hija Catalina, nacida después de la muerte de Felipe el Hermoso. Allí permaneció la pobre niña recluida hasta su matrimonio con el rey de Portugal. Hemos de suponer que cuando la reina quedó sola sus desordenes emocionales llegaron a un punto sin retorno. Tanto su padre, su hijo Carlos o su nieto Felipe olvidaron la figura de la que, loca o no, siempre firmó como “Yo, la reina”.
    Doña Juana la Loca recluida en Tordesillas
    Pradilla y Ortiz, Francisco

    (Zaragoza, 1848- Madrid, 1921)
    1907
    Óleo sobre lienzo. 56x44 cm

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