Sin duda, Murillo fue uno de los artistas más dotados del glorioso siglo XVII español. Su popularidad que no ha decaído con el tiempo, fue apoteósica en vida.
La España de la época, tan influida por la Iglesia en todos los campos, también demandaba en pintura obras religiosas principalmente. El trabajo de Murillo en este sentido es amplísimo. De hecho, crea el prototipo, tan repetido desde entonces, de la Virgen Inmaculada, joven y bella, en un ambiente de nubes y ángeles.
Pero hay otro tema recurrente en su vida artística, el mundo infantil. Lo utiliza no solo en escenas religiosas, sino que gusta de realizar cuadros sobre esta temática mucho más profanos: imágenes de pequeños pícaros harapientos, de los que estaban llenas las calles de Sevilla (lugar del que apenas se movió durante toda su vida, a excepción de un viaje a la corte madrileña). Estas pinturas, donde el artista hace todo un alarde de naturalismo y realismo, no reflejan solamente la pobreza evidente en los ropajes y actitudes de los niños, sino que muestran la felicidad y la inconsciencia de la infancia, aún en las condiciones de vida más penosas. En ellas se puede apreciar un conocimiento exhaustivo de la anatomía infantil y un encanto envolvente para reflejar las miserias del pueblo a través de un colorido luminoso. El tenebrismo de Murillo nunca fue exagerado, incluso después de su viaje a Madrid se dulcificó más (quizás influido por Velázquez). Si a esto se añade un manejo exquisito del color y el dibujo, este artista se conforma como un pintor amable, grato y sensible, que caló en el gusto popular
Se trata de pintura de género ya que las escenas representadas pertenecen a la vida cotidiana. Esta temática, poco practicada en la España de la época, formaba parte del repertorio habitual de los países nórdicos, donde alcanza su esplendor en el siglo XVII…pero aquí la religión pesaba mucho más.
Niños comiendo uvas y melónLa España de la época, tan influida por la Iglesia en todos los campos, también demandaba en pintura obras religiosas principalmente. El trabajo de Murillo en este sentido es amplísimo. De hecho, crea el prototipo, tan repetido desde entonces, de la Virgen Inmaculada, joven y bella, en un ambiente de nubes y ángeles.
Pero hay otro tema recurrente en su vida artística, el mundo infantil. Lo utiliza no solo en escenas religiosas, sino que gusta de realizar cuadros sobre esta temática mucho más profanos: imágenes de pequeños pícaros harapientos, de los que estaban llenas las calles de Sevilla (lugar del que apenas se movió durante toda su vida, a excepción de un viaje a la corte madrileña). Estas pinturas, donde el artista hace todo un alarde de naturalismo y realismo, no reflejan solamente la pobreza evidente en los ropajes y actitudes de los niños, sino que muestran la felicidad y la inconsciencia de la infancia, aún en las condiciones de vida más penosas. En ellas se puede apreciar un conocimiento exhaustivo de la anatomía infantil y un encanto envolvente para reflejar las miserias del pueblo a través de un colorido luminoso. El tenebrismo de Murillo nunca fue exagerado, incluso después de su viaje a Madrid se dulcificó más (quizás influido por Velázquez). Si a esto se añade un manejo exquisito del color y el dibujo, este artista se conforma como un pintor amable, grato y sensible, que caló en el gusto popular
Se trata de pintura de género ya que las escenas representadas pertenecen a la vida cotidiana. Esta temática, poco practicada en la España de la época, formaba parte del repertorio habitual de los países nórdicos, donde alcanza su esplendor en el siglo XVII…pero aquí la religión pesaba mucho más.
(1645-55). Óleo sobre lienzo
146x104 cm
Alte Pinakothek (Múnich)
Muchacho con perro. (1655-60)
Óleo sobre lienzo. 70x60 cm
Museo del Hermitage (S. Petersburgo)
Vieja despiojando a un muchacho (1660-70)
Óleo sobre lienzo. 147x113 cm
Bayerisches National Museum (Munich)
No hay comentarios:
Publicar un comentario