Álvaro Reja se define a si mismo como un pintor autodidacta. No pretende dejar un transfondo de intelectualidad en sus obras que se haya de adivinar a base de un estudio exhaustivo, sino que intenta que sus creaciones se miren y se sientan. Así de fácil, ¡pero tan difícil!.
Su contacto desde niño con el mundo rural se refleja de manera constante en sus obras: personajes sencillos y apacibles; pero pintados con un colorismo y unas formas que los hacen especiales. Casi todos los personajes de sus cuadros aparecen con los ojos cerrados o entornados, como si estuvieran mirando su propio interior, ajenos al espectador que, simplemente, los contempla y acaso atisba un poco de su alma.
Reja dice que continúa siguiendo el primer consejo que le dio su amigo, ya fallecido, el profesor y artista Fernando Martínez Fernández-Cormezana: “Dibuja y pinta mucho al natural. Trabaja siempre en contacto con la Naturaleza”.
Su contacto desde niño con el mundo rural se refleja de manera constante en sus obras: personajes sencillos y apacibles; pero pintados con un colorismo y unas formas que los hacen especiales. Casi todos los personajes de sus cuadros aparecen con los ojos cerrados o entornados, como si estuvieran mirando su propio interior, ajenos al espectador que, simplemente, los contempla y acaso atisba un poco de su alma.
Reja dice que continúa siguiendo el primer consejo que le dio su amigo, ya fallecido, el profesor y artista Fernando Martínez Fernández-Cormezana: “Dibuja y pinta mucho al natural. Trabaja siempre en contacto con la Naturaleza”.
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