domingo, 5 de junio de 2016

EL DOLMEN DE PRADIAS


   Debido al lento cambio que sufrió el clima europeo, transformándose de  glacial a templado entre 9.000 y 8.000 años AC, la vida del hombre fue cambiando sustancialmente. Dejó de ser un cazador-recolector nómada para asentarse en un territorio fijo y desarrollar técnicas de agricultura y ganadería.
   El término Neolítico (piedra nueva) alude al hecho de que los instrumentos de piedra utilizados en la vida diaria del ser humano dejan de estar simplemente tallados, para comenzar a ser pulimentados. La aparente humildad de este adelanto no es tal, ya que con la nueva técnica se consiguen herramientas mucho más duras. Esta característica es quizás la primera que nos viene a la cabeza cuando hablamos de Neolítico, pero por lo que realmente destaca esta etapa es por la aparición de la agricultura y la ganadería; actividades transcendentales para la Historia de la Humanidad y que condicionaron hasta hoy en día la manera de vivir del hombre.
   Si hay algo que nos diga tanto o más de una sociedad que los lugares donde vivían sus pobladores, son los enclaves donde eran enterrados. La construcción megalítica (término derivado de la palabra griega “grandes piedras”) de carácter funerario es el dolmen. Son estructuras que aparecen en el Neolítico final, principalmente en la franja atlántica de la Europa Occidental.  Constituyen el principio básico de la arquitectura: dos ortostatos (piedras verticales que equivaldrían a las posteriores pilastras) y un piedra horizontal sobre ellos, que identificaríamos como un arquitrabe. Se cree que no solo servían como lugar de enterramiento sino también como “marca territorial” por parte de una comunidad.
   En Asturias tenemos varios ejemplos de estos monumentos megalíticos, principalmente en el suroccidente. Desgraciadamente, en esta zona tradicionalmente olvidada para todo en pro del centro y la parte oriental y costera de la provincia, no se ha pasado de la colocación de carteles indicativos de rutas para caminantes, que ni siquiera están mantenidas en condiciones. Que en poblaciones tan cercanas como es Andeo, Seroiro y Pradias, en el concejo de Ibias, podamos encontrarnos con tres dólmenes descubiertos, debería ser motivo suficiente para hacer un estudio en profundidad que seguramente aportaría mucha luz sobre la forma de vida de nuestros antepasados. No basta con poner en folletos turísticos la existencia de un dolmen. No estamos hablando de catedrales, donde cualquier profano en arquitectura y arte puede apreciar su grandiosidad. A simple vista, estos humildes túmulos, no dejan de ser unas enormes piedras con otra colocada encima. Es necesario que el visitante se encuentre con un entorno cuidado y unos conocimientos a su alcance que le permitan darse cuenta de que en esos lugares, aparentemente remotos, vivieron hace miles de años unas comunidades con su cultura particular y de las que hoy somos producto.
   Esta forma de construir se prolongó mucho en el tiempo. Por tanto, la datación de los tres dólmenes citados podría fijarse entre 6.500 años AC hasta el segundo milenio AC. Desconozco si existen estudios de Carbono 14 al respecto, por lo que es más prudente que señale unas fechas más generales y amplias.

   EL DOLMEN DE PRADIAS O HUCHA DA SERRA está ubicado en el Teso de Pando, a 970 metros de altitud y dentro de terrenos pertenecientes al pueblo de Pradias. Se trata de un monumento funerario de pequeñas dimensiones, con una cámara delimitada por dos losas verticales y techada por otra que actúa a modo de cubierta con unas medidas de 1’90x1´50x0´23 metros; semienterrado en el espacio que generan estos tres elementos hay un tercer ortostato de tamaño más reducido. Es en la cobertera donde se diferencia esta construcción de las que se encuentran en los pueblos vecinos de Andeo y Seroiro, ya que presenta una serie de cazoletas excavadas. Se baraja que estas hendiduras puedan ser un símbolo de rituales funerarios. Por lo demás, en los tres casos citados, las construcciones megalíticas  ocupan líneas de cumbres. Esta ubicación tan aparentemente calculada llevaría a la teoría ya mencionada de marcaje territorial; aunque tampoco sería desdeñable la hipótesis de que estas comunidades, con un sentido transcendental de la vida y la muerte, buscaran lugares considerados “especiales y mágicos” como última morada para sus miembros.
   La tradición popular cuenta que bajo este monumento se encuentra un tesoro de los “mouros”. Esta leyenda está muy extendida por Galicia y Asturias, no solo referida a dólmenes sino también a castros u otros restos de épocas remotas. Posiblemente sea por la asimilación de pagano con el enemigo por excelencia de la cristiandad que ha calado en la memoria colectiva: los moros. Es como si todo lo que no se puede comprender en clave cristiana sea adjudicado a la época hasta donde el imaginario popular logró llegar, la invasión musulmana. Es quizás una explicación más lógica que la de identificar “la moura” (frecuentemente se alude a un personaje femenino) con otros seres mitológicos asturianos, las xanas o encantadas. Estas serían mujeres rubias y de tez blanca; por tanto, no corresponderían a lo que significa el termino “maurus”(oscuro). Personalmente me inclino por la primera teoría.









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