sábado, 21 de mayo de 2016

EL ENCUENTRO DE CARLOS I CON JEROMÍN


   Después de la muerte de su esposa Isabel de Portugal, Carlos V mantuvo relaciones durante un tiempo con la dama alemana Bárbara Blomberg. Fruto de estos encuentros nació a mediados del siglo XVI el que sería conocido de niño como Jerónimo o Jeromín, posiblemente porque el hombre con el que se casó su madre poco tiempo después de nacer él atendía al nombre de Jerôme. El emperador decidió que su hijo natural fuera criado en España y encomendó esta labor a su mayordomo Luis de  Quijada y a su esposa Magdalena de Ulloa. Cuando un muy debilitado Carlos se retira a Yuste después de su abdicación a favor de su hijo Felipe, ordena a Quijada que se traslade a vivir a Cuacos de Yuste, una población cercana. De esta manera pudo ver a su vástago, al que había reconocido como tal en un codicilo fechado en 1554. No está documentado, pero se cree que se produjeron varias visitas y que el niño causó una impresión muy grata en el viejo emperador. Mal no había sido educado el que llegaría a ser héroe en la batalla de Lepanto y uno de los pocos españoles que no fueron excesivamente salpicados por la Leyenda Negra. A la historia pasó como Don Juan de Austria.

PRESENTACIÓN DE DON JUAN DE AUSTRIA A CARLOS V, EN YUSTE (1869). EDUARDO ROSALES GALLINAS. Museo del Prado
   Eduardo Rosales fue un excelente pintor decimonónico, que destaca por sus cuadros de temática histórica. Quizás acostumbrados a las modas y vanguardias acaecidas desde entonces hasta nuestros días cueste un poco ver que Rosales, a su manera, también transgredió las normas academicistas de su época; eso sí, manteniendo el respeto a los grandes maestros. Su dibujo es impecable y su concepto del color es tan original que dota a sus obras de una gran fuerza plástica.
En esta obra nos muestra a un tímido Juan de Austria cogido de la mano de Alonso Quijada para presentarlo formalmente al emperador. Entre la corte de personajes, Jeromín capta la atención del espectador con una vestimenta azul que destaca sobre el resto. Al otro lado Carlos V, postrado en su silla con un mastín al lado. Queda claro a primera vista quienes son los importantes en la escena representada. El tratamiento de la luz es espléndido, así como el modelado de las figuras conseguido con un toque breve y empastado aplicado a grandes manchas. El formato del cuadro es inusualmente pequeño para lo que se estilaba entonces en obras de temática histórica, pero es que Rosales, siempre acuciado por problemas económicos, realizó algunas pinturas de pequeño tamaño porque eran más fáciles de vender a la clientela burguesa.

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