Naranjo finalizó sus estudios oficiales de pintura en la Academia de Bellas Artes de S. Fernando allá por 1961. A día de hoy se ha convertido en uno de los máximos representantes del realismo onírico, si quisiéramos etiquetar una obra que también podría entrar en el surrealismo, el hiperrealismo o en el arte figurativo. Lo que es indudable es que de sus trabajos se desprende auténtica poesía. Escenarios evocadores donde se une pasado y presente enmarcados en una simple puerta de madera, colores suaves, personajes con expresiones relajadas aunque estén sumergidos en un ambiente misterioso. Hasta llegar a este punto onírico de su carrera, en el que Naranjo se encuentra totalmente cómodo, pasó por una etapa expresionista, coqueteó con el Impresionismo y el arte de vanguardia, dejándose influenciar fuertemente, más tarde, por el cubismo y el neoclasicismo de Picasso. Todo este bagaje artístico ha dado como fruto unas pinturas de dibujo perfecto, repletas de metáforas y fantasía.
El hijo del pintor
El recuerdo sobre la pared
La máscara del futuro sonríe
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