lunes, 24 de octubre de 2016

SEPULTURA DE JULIO VERNE, hasta el infinito y más allá

 Julio Verne nace el 3 de Febrero de 1828 en la localidad francesa de Nantes y en el seno de una familia burguesa. Tuvo una juventud difícil por culpa de un padre intransigente que coartó su gran sueño de ser marino para que heredara su despacho de abogados, pero que no logró matar una imaginación desbordante que  el joven volcó, durante toda su vida, en auténticas joyas literarias. El público juvenil quizás sea el que más las ha disfrutado, pero sus libros no iban específicamente dirigidos hacia él, sino para lectores adultos.
   Aunque aún hoy se sigue hablando con pasión de su condición de “Iluminado”, Verne negó en vida poseer ningunas dotes proféticas. Según sus propias palabras “Todo es simple coincidencia. Yo no he inventado nada”. Lo cierto es que sus obras eran de una erudición muy notable y por tanto, estaban basadas en un estudio exhaustivo de la época que le tocó vivir y de los inventos que aparecían en aquel tiempo y en el pasado. Si se obvia esto, no es extraño que se le conceda la consideración de “Iniciado” cuando en el siglo XIX adelantó, en sus relatos, viajes a la luna, navegación subpolar, auge de los Estados Unidos, nazismo, etc. Mientras no se demuestre lo contrario, yo me quedo con su palabra.

   Verne muere en Amiens, al norte de París, el 24 de marzo de 1905. La escultura que cubre su sepultura fue instalada dos años después. El autor era el escultor y amigo íntimo del escritor, ALBERT DOMINIQUE ROZE (1861-1952). Nacido en Amiens, dejó un número considerable de obras en los espacios públicos de su ciudad natal,
   Se trata de una tumba de piedra y mármol, a la que se le dio el nombre de “Hacia la inmortalidad y la eterna juventud”; aunque esta frase no figura en el sepulcro, queda completamente explícita nada más contemplarlo. Un Verne fuerte y lleno de vida emerge de la tumba, con el brazo elevado hacia el cielo, el sudario desprendiéndose de su cuerpo y empujando la lápida pentagonal que lo tenía prisionero en la tierra con la fuerza de su renacimiento. Al lado de su nombre, una palmera, símbolo de la inmortalidad.
   Esta bellísima tumba sufrió años y años de abandono, hasta que las autoridades de Amiens deciden restaurarla en 2012, quedando inaugurada su remodelación en febrero de 2014.

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