no hay concesiones extremas,
la razón de cada una
se va cuando la otra llega
(Manuel Gerena)
MUERTE Y VIDA (1910)- GUSTAV KLIMT. Óleo sobre lienzo. 178x198 cm.
Por esta obra, Klimt recibió el primer premio en la Exposición Universal de Roma en 1911.
El tema de la muerte y la vida siempre interesó mucho al pintor austriaco, pero a medida que pasan los años, la primera empezó a tener un protagonismo especial en su obra. Esta pintura esta dividida de manera radical en dos partes. En la de la derecha podemos observar el amor entre las personas en todo su esplendor; jóvenes niños y ancianos forman un amasijo de vida pintada en colores luminosos y cálidos en ese típico entrelazamiento de figuras que tanto cultivó el pintor. La parte de arriba la ocupa el abrazo sublime de una madre hacia su hijo; mientras que el amor entre pareja está representado en la parte inferior, pero Klimt no lo hace en clave erótica sino resaltando el apoyo y la protección. En medio, un espacio vacío, como si todo ese grupo de personas estuvieran ajenas a su fatal destino. Y es que en el otro lado se encuentra la muerte, con su oscuro sudario con cruces dibujadas que han de clavarse en las sepulturas de los incautos humanos. Ella tiene la actitud contraria al grupo: permanece atenta, observándolo con la mirada terrible y socarrona que le otorga la simple calavera que conforma su rostro. Klimt emplea colores fríos para representarla, solo destaca un vivo color rojo en el cetro sangriento que porta.
Por esta obra, Klimt recibió el primer premio en la Exposición Universal de Roma en 1911.
El tema de la muerte y la vida siempre interesó mucho al pintor austriaco, pero a medida que pasan los años, la primera empezó a tener un protagonismo especial en su obra. Esta pintura esta dividida de manera radical en dos partes. En la de la derecha podemos observar el amor entre las personas en todo su esplendor; jóvenes niños y ancianos forman un amasijo de vida pintada en colores luminosos y cálidos en ese típico entrelazamiento de figuras que tanto cultivó el pintor. La parte de arriba la ocupa el abrazo sublime de una madre hacia su hijo; mientras que el amor entre pareja está representado en la parte inferior, pero Klimt no lo hace en clave erótica sino resaltando el apoyo y la protección. En medio, un espacio vacío, como si todo ese grupo de personas estuvieran ajenas a su fatal destino. Y es que en el otro lado se encuentra la muerte, con su oscuro sudario con cruces dibujadas que han de clavarse en las sepulturas de los incautos humanos. Ella tiene la actitud contraria al grupo: permanece atenta, observándolo con la mirada terrible y socarrona que le otorga la simple calavera que conforma su rostro. Klimt emplea colores fríos para representarla, solo destaca un vivo color rojo en el cetro sangriento que porta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario