Paseando por Roma se pueden encontrar rincones que pasan desapercibidos a la mirada de la gran masa de turistas que, la mayoría de la veces, deben optimizar tanto el viaje para ver “los imprescindibles” quedándose sin tiempo para bucear en rinconcitos como el que comento a continuación.
En la Piazza Vittorio Emmanuele II aún quedan restos de una villa que había sido construida en el siglo XVII por Massimiliano Palombara, marqués de Pietraporte, gran aficionado al esoterismo y a la alquimia.
En 1870, un plan urbanístico obligó a derrabar las villas que se habían construido en el Esquilino. Sólo se salvó una de las cinco puertas de la mansión del aristócrata citado, gracias a las leyendas creadas en torno a tan enigmático vestigio. Fue recolocada en los jardines de la Piazza de Vittorio.
Cuentan que Palombara había trabado contacto con un alquimista que aseguraba estar buscando la fórmula para convertir los metales en oro. Le acogió en su casa para que tuviera un techo donde realizar sus investigaciones, pero de la noche a la mañana, el personaje desapareció, dejando un rastro de oro y una serie de apuntes de la fórmula para transformar la materia. El marqués fue incapaz de descifrar aquellos signos, por lo que decidió grabarlos en las paredes y puertas de su palacio, con la esperanza de que alguien pudiera algún día resolver el enigma.
La puerta tiene una forma rectangular y está rematada en la parte superior por un disco con la estrella de David (aunque este relieve es idéntico al representado en la portada del libro hermético-alquímico “Aureum seculum redivivum” de Henricus Matadamus, publicado en 1621). En los marcos de las puertas se pueden descifrar frases en latín que aluden al proceso alquímico, así como símbolos astrológicos de los planetas y sus metales asociados. Estos estarían tomados de otro libro, “Commentario de Pharmaco Catholico”(1666) de Johannes de Monte Snyder.
En 1888, durante unas excavaciones arqueológicas en el Quirinal,se encontraron unas estatuas del dios Bees, semidios del antiguo Egipto, de naturaleza demoniaca y cuyo culto tuvo amplia difusión en el mundo romano. Son las que hoy custodian cada lado de la puerta.
La conclusión es que probablemente Palombara simplemente plasmó su afición a la alquímia en la fachada de su palacio…pero me quedo con la leyenda…¡es tan bonita!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario