Donatello (1386-1466) tenía un conocimiento muy preciso de la estatuaria clásica, pero también la capacidad de dotar a sus figuras de un fundamento que era impensable tan solo 20 años antes de que él comenzara su andadura artística. Era capaz de producir obras que tenían un aspecto plenamente moderno y puede considerarse que preconizó el sufrimiento expuesto en las mejores tallas de barroco hispano e italiano de corte religioso.
Sabemos que esta “Magdalena Penitente” comenzó a realizarla en 1453 (por esta época se puso de moda representar a la de Magdala), pero se desconoce a ciencia cierta la fecha de finalización. Por el estilo más avanzado de obras posteriores a ese año, se apunta la posibilidad de que fuera creada después de 1460. Quizás se trate de su última obra, ya que el artista falleció en 1466.
Se trata de una escultura de bulto redondo, de madera policromada y con una altura de 1’88 m. La figura presenta un canon alargado. Viste con una ajada prenda de piel sobre un cuerpo escuálido, con el rostro demacrado. Este deterioro físico es el típico de los penitentes sometidos a abstinencias y ayunos.
Todo en ella es fragilidad. Acostumbrados a ver a una María Magdalena como una joven doliente por la muerte de Cristo, pero aún así bella, Donatello da un giro en esta imagen y obvia la idealización, centrándose en crear a una mujer, desgarrada por la pena, de una forma dramática y teatral. Su aspecto no es el de una lozana joven, sino el de una anciana de aspecto cadavérico con sus huesudas manos en posición orante. Solo hay un rastro de la antigua belleza, su característica melena. El artista pretende mostrar la viva imagen del arrepentimiento y la penitencia, pero sin renunciar a insinuarnos lo que un día fue esta mujer.
La composición es simétrica y equilibrada, a excepción de la cabeza que está ladeada y de la pierna derecha que parece avanzar mientras el cuerpo descansa sobre la izquierda.
Todo en ella es fragilidad. Acostumbrados a ver a una María Magdalena como una joven doliente por la muerte de Cristo, pero aún así bella, Donatello da un giro en esta imagen y obvia la idealización, centrándose en crear a una mujer, desgarrada por la pena, de una forma dramática y teatral. Su aspecto no es el de una lozana joven, sino el de una anciana de aspecto cadavérico con sus huesudas manos en posición orante. Solo hay un rastro de la antigua belleza, su característica melena. El artista pretende mostrar la viva imagen del arrepentimiento y la penitencia, pero sin renunciar a insinuarnos lo que un día fue esta mujer.
La composición es simétrica y equilibrada, a excepción de la cabeza que está ladeada y de la pierna derecha que parece avanzar mientras el cuerpo descansa sobre la izquierda.
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