sábado, 23 de julio de 2016

ESCALERA DE LA RESIDENCIA DE WÜZBURG (1719-1746). JOHANN BALTHASAR NEUMANN. Rococó

   El Rococó caló fuerte en Alemania, de manera especial en las tipologías palaciega y templaria (sobre todo iglesias de peregrinación). Estas residencias e iglesias no eran proyectadas tan solo como edificios, sino que todas las artes debían contribuir a proyectar un ambiente fantástico y lujoso. La influencia francesa se apoderó de la imaginación de los artistas alemanes de aquellos días, ya que cada príncipe del sur de Alemania deseaba tener su propio Versalles. No obstante, esta tónica elitista no sería tan acusada como en el país galo, pues en el Imperio Germánico el estilo Rococó llegaría a ser francamente popular.
  Johann Balthasar Neumann (1687-1753) proyectaba unos edificios más bien severos, aunque colosales, pero como auténtico maestro del Rococó realizaba unos interiores plagados de lujosos ornamentos.
  Uno de sus trabajos más renombrados es la Residencia de los príncipes-obispos de Würzburg en Baviera, considerada como el prototipo de palacio germánico. La simple visión del exterior sugiere una fuerte severidad, pero penetrando en el interior nos encontramos con un gran espectáculo escenográfico, casi teatral. Una de las grandes obras que atesora este palacio es la espectacular escalera de tipo imperial, con una rampa inicial que se bifurca en dos, elevadas sobre una arquería. Quién la asciende va de sorpresa en sorpresa a medida que sube los peldaños (este factor de deslumbramiento es característico del Rococó). Para completarla, el genial pintor veneciano Giovanni Battista Tiépolo se encargó de la decoración pictórica de la bóveda, creando una de las mayores obras al fresco del mundo. El tema elegido es la representación del dueño de la vivienda, el obispo, a través de los cuatro continentes entonces conocidos.
   Los muros laterales se cubren con formas neoclásicas en un discreto blanco, para evitar la sensación de sobrecarga, mostrando el muro toda su belleza.
   La influencia francesa es clara, pero también la italiana. Esta dualidad es una constante en las arquitecturas alemanas del siglo XVIII. Sin embargo, Neumann (y prácticamente todos sus coetáneos germánicos) no abandonan la idiosincrasia centroeuropea en sus arquitecturas. De hecho, en ningún lugar de Europa las escaleras fueron más suntuosas que en Alemania. La imagen a comentar es buena prueba de ello: columnas, esculturas, pinturas, todo para introducir al visitante en un mundo encantado.



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